Te hago una propuesta: piensa que estás en Madrid una preciosa noche de verano y, de repente, coges un taxi que te lleva a cenar a Nueva York donde te esperan Sarah Jessica Parker y sus amigas. Esto es lo que pretende el restaurante Taxi a Manhattan: que una vez que entremos en él  vivamos  una experiencia del  tipo que se viven en la película  “Sexo en Nueva York”.  El restaurante nos pone el escenario, la imaginación es nuestra. ¿Por dónde empezamos? Yo, desde luego, subiéndome en unos impresionantes “Manolos”  – como se suele llamar a los zapatos del diseñador Manolo Blahnik-  de tacón de aguja y ….

El taxi deja en la puerta de la terraza, desde la que nos adentramos en “Manhattan”. En esta  temporada de verano todos querríamos quedarnos al aire libre pero  la semana pasada, cuando fuimos a cenar, hacía bastante fresco y preferimos comer en el restaurante. El local es  bastante grande y está dividido en diferentes áreas, no hay que perder de vista que la Gran Manzana ofrece muchos rincones distintos.

Nada mas entrar  se encuentra la  barra, donde se puede picar algo informal, y a   continuación  la cocina, abierta a los ojos del público. Después el espacio se divide en dos plantas. Podemos seguir recto hasta encontrarnos con dos amplios comedores, uno  de los cuales se puede desmontar para organizar un coctail o una fiesta privada, y otro  enorme y muy alegre,  donde cenamos. La segunda opción es subir a la planta alta, al espacio que han denominado “ático en Manhattan” donde se encuentra un  comedor con vistas a todo el restaurante,  me encantó.

Las paredes y la decoración de los diferentes espacios hacen referencias a la ciudad de Nueva York. Se ha reproducido el graffiti realizado por un rapero en Brooklyn, se ha instalado la mitad de un taxi sobre un jardín vertical… incluso los camareros van ataviados en negro con toques de amarillo para hacer un guiño a  los taxis de la ciudad  americana.

En el comedor de la planta baja se encuentra un piano situado al amparo de unas maravillosas lámparas que invitan a escuchar música en cualquier momento de la velada. En algunas ocasiones hay música en directo.

Con respecto a la cocina, la carta es muy variada. No esperemos la típica comida americana, es mucho más.  Tomamos todo para compartir para probar el máximo número de platos posibles. Dejamos que el dueño nos asesorara y nos pusieron:  chicken wings deshuesada con pico de gallo y mango, chupa-chups de queso de cabra y confitura de tomates, espárragos trigueros en tempura con salsa romesco verde y huevos trufados con patatas paja y virutas de jamón ibércio. De segundo, también lo compartimos, nos ofrecieron tacos de salmón fresco hechos a la sal con vinagreta de frutos secos, pulpo braseado con papas arrugás y mojo rojo, y presa ibérica a la brasa marinada en teriyaki y naranja con confitura de piña, uno de los platos estrella de la casa según los clientes y, de postre, probamos el ” Crumble La Gran manzana” con mousse de ron, crema de frutos rojos y bizcocho borrachín con puré de piña y topping de fruta,  que estaba muy rico.

No cierra y la cocina está abierta hasta muy tarde. Hay que tenerlo en cuenta para las cenas de madrugada.

Precio medio: 25-30 euros.

-Lo mejor: un sito diferente en el que se come muy bien y a buen precio.

– Lo peor: no encontré nada en esta visita.

Además, fue una noche muy divertida en la que descubrimos a personas encantadoras.

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