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Nada me puede apetecer más en un día lluvioso que ir a comer un buen cocido. Si le añadimos que el plan es mano a mano con mi hijo, entonces ya me parece “lo más”. Como este otoño estamos pasados por agua, el domingo pasado decidimos comer en Casa Maravillas, que no la conocíamos, y nos gustó mucho.
Casa Maravillas, abierto con este nombre hace cinco años, ocupa el local donde estaba Casa Puebla. Los nuevos propietarios han respetado la decoración de esta tradicional casa de comidas, fundada en 1896. El restaurante cuenta con tres comedores y la zona de barra. Sus puertas y ventanas rojas te invitan a entrar, te transmiten la sensación de entrar frente a un sito con historia. En el interior, las paredes son de ladrillo visto y madera intercalada y los suelos hidraúlicos y la barra está revestida de azulejos.
La cocina es castiza, tradicional. Sirven cocido, callos, tortilla isabelina, rabo de toro, oreja a la plancha y lengua estofada. Nosotros tomamos cocido, servido en tres vuelcos como se debe, que me pareció bastante suave y muy rico. La sopa va acompañada con salsa de tomate y comino, aceite con pimentón, garbanzos y piparras con cebolla, todo preparado en una bandeja para que cada comensal añada lo que quiera. A mi me encantó el toque diferente que le añaden a la sopa estos complementos. El cocido tiene los ingredientes tradicionales: garbanzos, patata, zanahoria y repollo y, con respecto a las carnes, le añaden rabo de toro y oreja. También lo acompañan con pelotas. De postre probamos las crepes de nutella. El vino es D.O Madrid.
En Casa Maravillas disponen, además, de un menú castizo que incluye croquetas de cocido, oreja a la plancha y callos. De postre, torrija.
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