A veces  vamos  mucho a un restaurante o porque  nos gusta por una u otra razón o porque lo tenemos cerca de casa o del trabajo y un día, dejamos de ir, sin que verdaderamente haya un motivo justificado. Eso es lo que me pasó con Sal Gorda. Hubo una temporada en que en  mi trabajo  todo lo celebrábabamos ahí, a todos nos gustaba, el servicio es muy amable y nos trataban fenomenal  así que, siempre que teníamos que decidir a qué sito ir acabábamos en Sal Gorda. Después, empezamos a ir a otros  sitios y nuestras visitas se hicieron menos frecuentes.

Sal Gorda es un clásico para organizar almuerzos de trabajo. Es un restaurante más bien pequeño y acogedor que cuenta con buena comida y buen servicio. La cocina es tradicional, donde cabe destacar el rabo de toro estofado, el bacalao ajoarriero, los huevos revueltos  con changurro  y las pencas de acelga rellenas de jamón. Todos estos platos están muy buenos, pero a mí me encanta tomar  el lomo de buey, sobre todo por la guarnición, porque me encanta como preparan las patatas soufflé y tampoco están nada mal los aros de cebolla.

Lo más destacable de esta casa, que para mi gusto preparan como nadie, es la tarta fina de manzana, además, te la tienes que comer “si o si” comas lo que comas, porque como hay que encargarla al principio de la comida no vale decir “estoy llena” ni tener remordimientos por haber comido mucho.  Si la has pedido te la sirven y claro, no te la vas a dejar… ¡Está deliciosa! Para mi es la mejor de Madrid.

No tienen menú, pero si platos recomendados  fuera de carta elaborados con productos de temporada.

Cierra los domingos

Precio medio: 45 euros

–          Lo mejor: La tarta fina de manzana

–          Lo peor:  Esta un poco alejado

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