Hace unos días fui a cenar a Macarela, o lo que es lo mismo, a visitar Cádiz en Chamberí con un grupo de amigos. El nombre del restaurante ya hace sospechar que habrá buen pescado porque Macarela es otro de los nombres con los que se conoce a la caballa.
El local está dividido en dos plantas decoradas en tonos claros y con motivos marinos como si fuera una taberna del sur. Al entrar se encuentra la zona de picoteo, presidida por un gran olivo. La barra es grande, de madera clara y junto a la misma hay algunas mesas altas. De la pared cuelga una pizarra con las sugerencias del día. En la planta superior está el comedor con mesas cuadradas, bastante separadas unas de otras, y sillas en blanco, todo también en tonos claros. Macarela cuenta con grandes ventanales que hacen de este restaurante un lugar alegre y luminoso.
En la carta abundan las tapas y platos del Sur, muchos con denominación de origen de distintos puntos de la provincia de Cádiz. La mayoría, fáciles de compartir, se pueden pedir por medias raciones. Nos recomendaron probar sobre todo el atún rojo salvaje capturado en las almadrabas de Barbate y congelado a 60 grados, así que lo pedimos en dos versiones: encebollado con oloroso y a la plancha. Además tomamos tacos de cazón en adobo, pulpo a la brasa sobre crema de patatas y aceite de pimentón, habitas salteadas con puntillitas y taquitos de jamón, y coquinas de Conil al ajillo. Compartimos todo y todo me gustó mucho. No tomamos postre.
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