Delicias pintadas, itinerario por el Museo del Prado

¿Qué sería de Madrid sin los museos? ¿Y de este blog sin estos y la gastronomía? Hoy comenzamos la primera parte de un itinerario por 13 bodegones del Museo del Prado que Belén G. Naharro, historiadora del arte y guía oficial de la Comunidad de Madrid, ha preparado para los amigos de Te Veo en Madrid. Conocí a Belén hace unos años, a través de una amiga, y desde entonces no he vuelto a disfrutar tanto una exposición como cuando me la explica ella. Además de ser amiga y única para hacer que disfrutemos del arte, es generosa, muy generosa y como regalo de décimo cumpleaños nos ha preparado este especial Delicias pintadas, itinerario por el Museo del Prado.

Disfruta de estos cuatro post, son una verdadera lección de arte.

 

Bodegones, delicias pintada

delcias-pintadas-itinerario-museo-del-prado-te-veo-en-madrid.jpg

Presentación 

En 1724, Palomino denominaba “travesuras” y “bodegoncillos” a las naturalezas muertas que artistas como Herrera el Mozo pintaban en Roma siguiendo los modelos que los pintores italianos y flamencos habían empezado a popularizar en el siglo XVII. Aludía con esos términos a la baja estima que coleccionistas y pintores tenían por lo que hoy se conoce como still life o naturaleza muerta, debido al carácter inmóvil e inerte de los objetos representados; flores y frutas copiados de manera mimética por el pintor y sin valor apenas en el escalafón de los géneros artísticos, por debajo de la pintura de historia o el paisaje. Cuando hablamos de naturaleza muerta nos referimos a un mundo dormido e inmutable que se contrapone a la expresión viva y cambiante de las pinturas en las que aparecen seres humanos.

Bodegón

La moda de pintar estas telas nace en Italia y Flandes como género independiente entre finales del siglo XVI y principios del XVII, y desde entonces la naturaleza muerta, llamada “bodegón” en nuestra tierra, ha ido cobrando interés hasta conquistar a los críticos y al público y convertirse, sin duda, en uno de los géneros más sugestivos de la historia del arte. En el ámbito español el género se denomina “bodegón”, ya que en origen alude a las cocinas o el lugar donde se venden los alimentos, y aparece de forma temprana ya en época de Felipe III (1598-1621). Conviene recordar el auge que conocieron la gastronomía y los placeres de la mesa durante la Edad Moderna. En el siglo XVII abundan los recetarios, tratados de gastronomía que describen suntuosos banquetes consideran la cocina tanto un placer como una fuente de salud. Los cocineros de príncipes y reyes gozaron de fama y fortuna y elaboraron sofisticados menús que hicieron las delicias de la corte.

Como respuesta al capricho del creador, como si se tratara de un mundo bien orquestado y dirigido por la mente poderosa del artista, creemos ver realidad en vez de ilusión. Sobre la mesa y el mantel, o acomodados en la alacena o el aparador, nos seducen la textura sedosa de un pétalo de flor, el aroma imaginado de una fruta de otoño, la frialdad acerada de los metales, el resplandor del vidrio, toda esa belleza inmutable que no deja de sorprendernos. Hoy les invito a entrar y degustar a través de los ojos, a través de una atenta y complacida mirada, algunas de las joyas del bodegón que conserva el Museo del Prado.

Rubens y Jan Brueghel el Viejo: “El gusto”, 1618

delcias-pintadas-itinerario-museo-del-prado-elgusto-te-veo-en-madrid.jpg

Y quizá lo más adecuado para acceder a este espectáculo visual sea el gusto; de todos los sentidos, sin duda, aquel que nos acompaña asiduamente en nuestras mesas. Mano a mano, Rubens y Jan Brueghel el Viejo nos invitan a un suntuoso banquete. Cuando nos fijamos en la orfebrería, las cerámicas, los libros y muebles o las preciosas vajillas de plata y oro, apreciamos un virtuosismo sin igual en un Brueghel que había aprendido junto a su abuela, la miniaturista Maria Bessemers, a cuidar los detalles. El pintor nos sitúa en un interior, y pronto nuestra atención se centra en una mesa llena de manjares que a todas luces retrata un exuberante escenario cortesano, quizá una oda a la gula y la opulencia de célebres banquetes. Los pintores recrean la belleza de motivos vinculados a la música, la naturaleza o las armas para evocar el gusto y la sofisticación de los comitentes. Solo un gran mecenas puede rodearse de tanta magnificencia. En el excelente bodegón en primer término, liebres o pescados remiten a la pasión cinegética de príncipes y reyes en la Edad Moderna. “Los objetos hablan”, solo hay que saber escuchar.

Y una vez localizado el sentido del gusto, pongamos en marcha el resto de los sentidos.

Juan Sánchez Cotán: “Bodegón de caza, hortalizas y frutas”, 1602

delcias-pintadas-itinerario-museo-del-prado-sanchez-cotan-te-veo-en-madrid.jpg

Si en “El gusto” contemplamos una mesa propia de una sociedad rica y opulenta, el maestro Sánchez Cotán nos conduce a una sociedad más austera y empobrecida que identificamos con el ambiente del Siglo de Oro español. Entramos en cocinas humildes características de las clases populares, donde la sencillez de unas hortalizas sembradas con amor o unas frutas recién recolectadas en el huerto se eleva a una pureza que podríamos catalogar de casi mágica. ¿O no es mágico el modo en que las frescas manzanas o los hermosos limones penden de los cordeles a los que se han anudado para su conservación? La simplicidad de los objetos elegidos para protagonizar las obras ha hecho pensar a los expertos en un simbolismo alegórico oculto relacionado en algunos casos con una espiritualidad propia de aquel tiempo. Es como si el cartujo vegetariano, como algunos han querido denominar al lego-pintor, no pretendiese despertar el apetito del deseo sino el del espíritu. Otros ven en esta aparente sencillez una misteriosa elegancia que incita a la reflexión.

En el cuadro que nos ocupa, el pintor juega con la geometría a través de una cavidad pétrea que induce a pensar en un armario ideal para la conservación de los productos frescos. El fondo neutro y oscuro del receptáculo hace resaltar con una fuerza visual inusitada el orden caprichoso en el que se acomodan en el espacio unas zanahorias, un cardo borriquero y las aves perdices, símbolo tradicional de la lascivia y una ristra de pajaritos ensartados, que yacen ya presas para el convite. Cada uno de los motivos recibe una cuidada caricia de la luz para configurar un perfecto mundo sin vida de luces y sombras. Lo que vemos es la sabiduría del huerto, de quien trabaja la tierra, pero engalanada con una mímesis aristotélica, totalmente fiel a la realidad. Parece que, seducido por representar de forma fidedigna las cualidades táctiles y visuales de los objetos el artista se olvidara del argumento de la pintura.

Luis Egidio Meléndez: “Bodegón con servicio de chocolate y bollos”, 1770

delicias-pintadas-itinerario-museo-del-prado-luids-egidio-te-veo-en-madrid.jpg

El bodegón nos permite conocer las costumbres y los objetos utilizados sobre el mantel a lo largo del tiempo. La historia del chocolate no es solo la historia de una dulce y apetitosa bebida tomada tanto fría como caliente, es todo un acontecimiento social. Aunque el cacao importado de América se conoce en España desde el siglo XVI, la moda de diluirlo en agua o leche no se impone hasta el XVIII. Se toma acompañado de bizcochos de Soletilla o de churros y porras, las denominadas «frutas de sartén» de origen árabe, muy populares en la repostería española. La costumbre de reunir a las amigas para degustar una taza de chocolate hizo furor entre las damas en el siglo XVIII, gracias a lo cual se conoce una gran especialización en los objetos que forman parte del servicio de chocolate. Meléndez nos invita a entrar y sentarnos ante una mesa dispuesta apetitosamente que parece esperar a un solo goloso comensal: el espectador. Pinta una fantástica chocolatera de cobre y alto palo de molinillo. Algo más cercano al espectador, un plato grande contiene un pocillo, un bollo, tiernos y jugosos bizcochos y seductores medallones de chocolate que han escapado ya de su envoltorio.

El virtuosismo de las pinceladas del creador es absoluto, por ejemplo en la representación de los objetos de valiosa porcelana como el pocillo o jícara, posiblemente de factura oriental de la Compañía de Indias.  Ciertos viajeros de la época, asombrados por la costumbre, dejaron constancia de que se tomaba recio y espeso.

Pinchando aquí te lleva al segundo itinerario

En unos días seguiremos el itinerario 

Marien Ladrón de Guevara

LA AUTORA :

TE VEO EN MADRID es el resultado de mi inquietud por descubrir y disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida unido a un enorme deseo de escribir...[+ info]

SOCIAL: FacebookTwitterInstagram

OTRAS PUBLICACIONES DE :

FECHA DE PUBLICACIÓN: 1 May.2020

SECCIÓN: Cultura y arte, CULTURA Y ESPECTÁCULOS

ETIQUETAS: , , ,

Comentarios:

  1. Rus dice:

    Qué interesante!!!
    Me ha encantado este post y he aprendido muchísimo

  2. Carmen dice:

    Marien qué maravilla de post, deseando leer las próximas entregas.
    Escuchar y leer a Belén es todo un disfrute.
    ¡¡Gracias por hacernos más ameno el confinamiento!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.